Acabamos de llegar de los campamentos saharauis, literalmente hace un par de horas horas que bajamos del avión, y ya estamos en la comisaria gestionando un nuevo pasaporte porque el viejo tiene sellos de Israel de nuestras múltiples visitas a Cisjordania.
Abraham Pavón, de Kanbahiota, llega puntual y a mediodía ya estamos preparados para armar las maletas de nuevo. Poco más tarde revisitamos Barajas por segunda vez en menos de doce horas. Ser Pallaso en Rebeldía tiene estas sorpresas: Sáhara, Madrid, Estambul, Beirut y Trípoli en menos de un día y medio.
Llegamos a Beirut de madrugada y nos recibe una furgoneta llena de palestinos divertidos, cantarines y sobrexcitados que nos llevan por medio del Líbano a la búsqueda de nuestro primer campamento de refugiados, Baddawi, a una velocidad del demonio, mientras la radio a todo volumen llena de cantos árabes nuestros oídos. Es martes 15 de octubre y celebran el día más sagrado para los musulmanes, la pascua, cuando millones de corderos son degollados y las calles están tomadas de familias que recorren todas las casas de amigos y parientes.
El campamento se cruza en apenas kilómetro pero en él viven hacinados diez mil seres humanos que sueñan con volver a su tierra, mientras siguen empapelando las calles con fotografías de sus mártires. El lugar es un hervidero de sonidos, olores y motos pequeñas que a veces transportan hasta tres hombres tocando el claxon y atravesando los minúsculos espacios que los puestos callejeros dejan para el tránsito.
La familia que nos recibe es uno de los mayores regalos que he recibido en estos años como payaso internacional, una de esas familias extensas y abiertas en las que en un salón de 3×4 metros se sientan en el suelo a comer, tomar café o fumar narguile todos juntos: la pareja, sus tres hijos, las dos hermanas, las abuelas y cualquier amigo o primo que pasa. El hombre de la casa es un payaso natural, que había sido acróbata vocacional, submarinista y esquiador, hasta que una ráfaga israelí truncó parte de su vida sin poder robarle su alegría y sus inagotables ganas de bromear.
Los tres niños son un fiel reflejo de su padre, avispados, flexibles, trepadores y, sobre todo, muy cariñosos, recordándonos porque seguimos amando a este pueblo, por mucho que sufran lo insufrible.
Las mujeres son atentas y muy habladoras, cercanas y muy amables, y mientras fuman cigarros y narguiles, pasan todo el tiempo haciéndonos bromas y comentarios jocosos.
Salimos para el bolo después de descansar tres horas que nos caen como agua de mayo tras casi dos días sin dormir, con la preocupación de que llegamos tarde. Pero la primera actuación en el Líbano es todo un éxito: el público se entrega a nuestra propuesta de circo y clown y, lo más importante, aplauden las palabras de aliento y apoyo que los payasos solidarios y rebeldes del mundo les trasladamos a modo de agradecimiento al final.
Es la primera vez en el Líbano pero estamos seguros que no será la última.
Iván Prado | Portavoz de Pallasos en Rebeldía